21/8/09

6:30 A.M.

Llegó. Entro en su morada para recapitular las sensaciones de las drogas que había experimentado esa noche. Era temprano. Amanecía, aunque estaba cansado (muy tarde para algo, demasiado pronto para nada).

La primera droga que probó fue la codicia. Rodeado de vectores con los que conectaba sentimientos y posibilidades, empezó la noche buscando la solución a sus sueños de una manera ciega. Sin humildad, se fue hundiendo poco a poco hasta llegar a una situación en la que estos se habían convertido en miedos. Para superar esos miedos, decidió probar la hipocresía. Esa droga era lo mejor, entonces la noche cambió. Ya no le importaban los miedos ya que con la nueva droga los podía ignorar. Todo era de colores, algo casi perfecto. El problema fue el efecto secundario al cabo de un mal rato. La hipocresía transmutó en desprecio. Ese desprecio vino dado porque una droga como la hipocresía no debe usarse en personas prejuiciosas. Así pues, rodeado de elementos insignificantes, ya no se hundió más. Era dios supremo de las cosas. Entonces su cuerpo estaba en armonía para probar la soberbia. Totalmente convencido de que este era el camino, sin tapujos se sirvió un poco de esta dulce -eina. Su cabeza sobresalía como si de una quinta extremidad se tratase. Se comía todo lo que veía. Eso no le produjo ningún problema mental pero si físico (abusar de la soberbia puede llegar a crear conflictos críticos y alguna reprimenda). Cansado ya de su situación, el bajón se materializó. Salió del círculo, buscó refugio. Sobrestimulado y demacrado había sufrido con creces las drogas mas fuertes del ser humano.

Al día siguiente de esa noche después de la recapitulación y de descansar la realidad un parcial, decidió dar una última revisión a sus recuerdos. En definitiva lo había conseguido, su objetivo. Ser una persona normal.