18/9/09

Preoperatorio

Le di el ramo de flores. Ella se lo miró como si de un alimento se tratase. Primero inspeccionando la textura, valorando luego la forma. No era de su agrado, lo veía detrás de su falsa sonrisa. Nada era de su agrado. Todo era demasiado pretencioso: las flores, la situación, sus palabras, mis ojos, mi cara. Muy superficial. Habíamos quedado para pasear y eso fuimos a hacer. Nos dirigimos a lo largo de aquella calle estrecha donde los coches no dejaban de circular unidireccionalmente. No podíamos caminar uno al lado del otro a causa de la diminuta acotación que formaba la acera. Los hombres nunca deberíamos elegir el lugar de encuentro. Llegamos a un punto en que era absurdo deambular por tal conducto ya que, al no poder hablar, la sensación era de ver un desierto al horizonte. Entonces, decidimos ir a refugiarnos al primer bar que vimos estampado en esa ría de automóviles circundantes. La tarde empezaba a morir en ese momento. Nada mas entrar, nos sentamos en la barra que era el único lugar libre de aquel mugriento antro. A penas había decoración aunque no sobraban los zánganos. El ruido que montaba una milicia de ingleses borrachos no dejaba de crispar más nuestra circumstancia. Intentamos intercambiar algunas impresiones pero era totalmente imposible. A parte de de perder parcialmente el sentido del oído, el del olor estaba colapsado por el tufo a roña de ese lugar. En una de estas, tras intentar dilucidar que me estaba diciendo acercando mi oreja a su boca, le tiré toda la cocacola encima del vestido con un mal movimiento. Ahora los ingleses se reían. Un accidente, lo siento. Se fue al baño a limpiarse y yo pagué la cuenta. Se me cae la cartera, mas risas. Salimos de ese tormentoso lugar y nada, ley de murphy. Lluvia. Corremos sorteando gotas, coches y animales salvajes (sin poder evitar la noche). Empapados hasta las trancas, no quiere que la acompañe hasta su casa. Ya harto de esta jungla la acerco a la parada de bus más próxima. Se despide de mí con un adiós mas seco que una mierda de gato. Ya la llamaré... en otra vida. Cansado, exhausto, cojo el bus que me lleva a mí casa aunque ahora recuerdo, no llevo llaves. He de esperar a que alguien venga, mi móvil no funciona, todos han salido a no se que coño hacer, con este día... Medio constipado recibo una bronca monumental de mi madre tras encontrarme en mí estado de indigente al lado del portal. Entro en el dulce hogar por fin y voy directo al baño. Bañera. Pongo el agua caliente, me desnudo y me meto cuando ya puedo cubrir todo mi cuerpo con ella. Pasan varios minutos y el baño ya está condensado. Dejando que el estrés vaya desapareciendo, empiezo a masturbarme. Después de llegar al orgasmo me digo “por suerte, las cosas buenas nunca cambian”.

21/8/09

6:30 A.M.

Llegó. Entro en su morada para recapitular las sensaciones de las drogas que había experimentado esa noche. Era temprano. Amanecía, aunque estaba cansado (muy tarde para algo, demasiado pronto para nada).

La primera droga que probó fue la codicia. Rodeado de vectores con los que conectaba sentimientos y posibilidades, empezó la noche buscando la solución a sus sueños de una manera ciega. Sin humildad, se fue hundiendo poco a poco hasta llegar a una situación en la que estos se habían convertido en miedos. Para superar esos miedos, decidió probar la hipocresía. Esa droga era lo mejor, entonces la noche cambió. Ya no le importaban los miedos ya que con la nueva droga los podía ignorar. Todo era de colores, algo casi perfecto. El problema fue el efecto secundario al cabo de un mal rato. La hipocresía transmutó en desprecio. Ese desprecio vino dado porque una droga como la hipocresía no debe usarse en personas prejuiciosas. Así pues, rodeado de elementos insignificantes, ya no se hundió más. Era dios supremo de las cosas. Entonces su cuerpo estaba en armonía para probar la soberbia. Totalmente convencido de que este era el camino, sin tapujos se sirvió un poco de esta dulce -eina. Su cabeza sobresalía como si de una quinta extremidad se tratase. Se comía todo lo que veía. Eso no le produjo ningún problema mental pero si físico (abusar de la soberbia puede llegar a crear conflictos críticos y alguna reprimenda). Cansado ya de su situación, el bajón se materializó. Salió del círculo, buscó refugio. Sobrestimulado y demacrado había sufrido con creces las drogas mas fuertes del ser humano.

Al día siguiente de esa noche después de la recapitulación y de descansar la realidad un parcial, decidió dar una última revisión a sus recuerdos. En definitiva lo había conseguido, su objetivo. Ser una persona normal.